Pasado y orgullo de Andaluz

Somos españoles, por supuesto.

Ser español es un concepto más allá de la historia. Es un concepto de ciudadanía moderna. De nación y estado. Pero la legitimidad del apelativo legal y político debe estar sustentado por la verdad y por el respeto.

Cuando un día te levantas y te cuestionas ¿estoy en España? ¿O dónde estoy? te cuestionas algo muy importante.
Y en ese devenir de la vida me he hallado. Y ahora me gustaría compartirlo con el resto de compañeros de camino, Andaluces o no.

Porque ser Andaluz es una suerte de cruces de caminos. Orgullo de ser un pueblo digno de su nombre y de su historia.
Andalucia en el 2014, es un suerte de gentes variopintas. Mezcladas con cada simiente de la historia y a la vez un pueblo castigado fuertemente por la misma historia que ahora navega libremente por la red y la wikipedia.

Esclavos de acontecimientos pasados, acontecimientos para reflexionar el ahora y sobre todo el mañana.

Andalucia nunca fue un estado, ni falta que le hace. Fue mucho más. Fue un pueblo y todo en uno. Tenemos una deuda pendiente con nuestra historia.

Vergüenza o rencor religioso. Lo que esta claro, es que la simiente de nuestra actual idiosincrasia nace en unos 900 años de asentamiento musulmán. Que nos dieron la más actual cultura disponible que había antaño. Y también el mejor modelo de convivencia en la diferencia que ha conocido esta península ibérica.

Pero no dedicamos lo suficiente para resaltarlo.

No hablo de anular la historia de los Católicos o la reconquista. Fue así, se perdió, por estas causas externas y por muchas causas internas.

Pero las edificaciones, el arte… LA LENGUA… quizás no tanto en los genes, pero si mucho en las grandes y bellas ciudades que quedaron: Granada, Córdoba, Málaga… y tantas más pequeñas o grandes: Ronda, Antequera, Loja…

No se trata de crear diferencias, se trata de buscar el respeto en la diferencia. El respeto interno y el externo. Por ello Blas Infante ejemplifica con los colores de nuestra bandera y el himno esta época histórica de esplendor, nos da un reflejo donde debemos mirar y un altavoz que debemos usar.

Pero dónde debe reinar la concordia, reinan las rencillas. Sevilla la capital impuesta, a golpe de los Católicos y de las familias nobles. Ciudad que en la democracia gano la partida a otras con igual o más nombre. Pero la verdad es que esto no tiene ninguna importancia.

Solo la tiene cuando la desigualdad y el mal reparto se imponen en la realidad. El crecimiento y el centralismo cultural hacen mella en el grupo. No es la pelea banal de Málaga contra la capital, del siglo 21. Es más allá… como el resurgir de partir Andalucia en dos se escucha de nuevo. No deja de ser irónico.

Pero es que tengo un miedo irracional a los separatismos. No, lo que ocurre es que no tiene ningún sentido. Caminar como pueblo pierde sentido cuando se imponen las reglas de convivencia. Se convive en respeto de las normas aceptadas en libertad por todas. Si estas no se respetan, el caminar juntos carece de sentido.

Por eso tenemos la obligación de luchar porque el reparto, el crecimiento y la reglas se hagan respetar. Para que caminar juntos siga teniendo el sentido que ha de tener.

Pero sustentar la separación en mentiras y tergiversaciones de la historia o de la verdad, es la cobardía del débil. Y esta indignidad es inadmisible.

Si se trata de mejorar y cambiar, luchar con valentía, es signo de fuerza. La lucha esta en los ideales, en los corazones, pero siempre en sintonia con la razón y la verdad.

Andalucia siempre, pero junto al resto de los pueblos de España, de Europa y de la humanidad.

Juntos podremos con todo. Mejorar como civilización, es nuestra verdadera batalla.

Nuestro enemigo común, el miedoso y débil egoísta ser humano, que en su huida, no mira atrás, porque no es capaz de soportar la mirada del que ha agraviado. No soportar la mirada, del miserable indefenso, porque tiene miedo de ser uno de ellos.

Pero lo qué no sabe el enemigo, es que es tan fútil su vida como la nuestra. Y que mejor nos valdría, vivir en paz, respeto y equidad.

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